# Un regalo

Por

Una tarde calurosa de mediados de diciembre del año 2019, dos amigas vinieron a visitarme en mi casa de Buenos Aires. Querían conocer a Víctor Oliverio, mi hijo recién nacido, pero además traían una propuesta que deslizaron tímidamente mientras me miraban amamantar como una novata. ¿Te gustaría heredar una librería?, fue lo que me dijeron con otras palabras que no recuerdo. La Casa de Estudios Artísticos que gestionaban estaba cerrando y mientras desmontaban la pequeña librería que tenían ahí dentro se les ocurrió que mejor que cerrar una librería era pasársela a otra persona.

Desde entonces cargo con el legado de La Sede, el proyecto que me precedió y que fue tan importante para muchas personas que buscaban asilo en el arte. Lo cuidé durante la pandemia, le inventé casas con otras personas, la traje conmigo a cuestas a Bariloche. Quizás que haya llegado junto con un hijo me confundió y me resulta imposible no pensar que debo hacerme cargo, de ambxs.

Si bien soy la "encargada" o "dueña" actual de la librería, me siento empleada de algo mayor. ¿De La Sede que me precede? ¿De una comunidad lectora? ¿De las necesidades culturales de un barrio? ¿De la literatura? No tengo claro a quién respondo. No soy ingenua con respecto al mercado, sé que la literatura ha perdido su autonomía. Pero aun así, no es al mercado a quien respondo, de eso estoy segura.

Así como un día puse las manos para que me entregaran una librería, sé que llegará el día en que yo se la entregue a alguien más. Hasta entonces, me esmero en hacer mi mejor trabajo: afino el oído para interpretar los encargos de esa esfera invisible de la que soy parte y a la que respondo; presto atención y pienso: ¿qué pueden hacer por nosotros los libros hoy?