# Girando

Volví a la librería. Hubo encuentro del club de lecturas para niñxs, y eso garantiza la presencia de personas afines a la magia de la literatura. Me confundí a una mamá con otra, y después de vuelta a otra con otra. La atención al público y mi pobre desarrollo de la atención visual me juegan estas malas pasadas, pero en cambio ayer, en una feria me animé a decirle a una clienta "te conozco pero no me acuerdo exactamente quien sos", y cuando me dijo "te compré un libro un día que estaba muy triste porque se había muerto mi perrita", aunque hubieran pasado dos años le dije "claro, sí, El corazón de un perro de Laurie Anderson". Esa es mi clase de memoria. No sé exactamente quiénes son mis clientxs pero sé lo que leen que es, quizás, otra manera de saber quiénes son.

Esta tarde también vino a la librería Guille con su esposa. Llegaron mientras Ani tocaba la guitarra en el jardín y lxs niñxs del club bailaban girando en círculos (yo incluída). Sus sonrisas confirmaron que nosotrxs estábamos en un mundo paralelo. Me dió una felicidad esa escena, nosotrxs girando al son de una guitarra en el jardín de la librería más allá de todo, por un rato. Guille buscaba un regalo para su mujer, pero nos dispersamos, como siempre, hablando de nuestras últimas lecturas, de los talleres, de los concursos, de nuestras insistentes labores con los textos propios.

Más tarde, una casualidad de esas que me gusta anotar. Primero: un hombre de unos casi 40, buscando un libro para la madre de sus hijas (mañana es el día de la madre), me pregunta si conozco editoriales patagónicas. Resulta que tiene dos novelas y está buscando dónde publicarlas. Un rato después: un hombre de quizás un poco más de 40, buscando un libro para la madre (recientísima) de su hijo, me pregunta si conozco editoriales patagónicas. Él también tiene una novela, pero esta es de ciencia ficción. Dos clientes buscando editorial para sus ficciones patagónicas, buen augurio.

El primero se llevó "Matate, amor" de Ariana Harwicz aunque le dije (con sinceridad y fascinación) "se te mete una loca en la cabeza". El segundo se llevó los cuentos nuevos de Salomé Esper, no estaba tan seguro de ir con algo tan directamente vinculado a la maternidad cuando no llevan ni un mes de esa experiencia. Que hubiera un cuento llamado "Primerizos" bastó, el resto será literatura.

Ah. Guille se llevó "La hija del escultor" de Tove Jansson. Una autora con la que todavía nunca logré conectar, aunque siempre siento que me estoy perdiendo de algo. Ya me llegará el momento.

Un día feliz, recobré la esperanza y el sentido. Como me dijo Paz, que también pasó hoy de visita: "hay momentos bajos en los que no hay que desesperar, todo momento hostil va a pasar".


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