# Librera fuera de la librería

Es una gran ironía estar, por fin, escribiendo este diario que tantas veces imaginé justo ahora que casi no voy a la librería. Lo bueno es que en los textos una puede estar donde quiera, así que en mi mente escribo esta entrada sobre la madera recién pintada del mostrador de mi querido Escándalo.

Hoy fue la segunda jornada de orden de los libros que tuvieron que ser desalojados en el achique del local que sucedió el julio pasado. Son más de veinte cajas que tengo acá, en casa, que llené un poco a las apuradas en unos días frenéticos de grandes movimientos. En ellas conviven libros de muchas editoriales, pertenecientes a distintas distribuidoras, incluso algunos libros autoeditados de autores locales que alguna vez se acercaron a la librería a dejarme sus publicaciones, también algunos títulos de editoriales ya extintas. Un acervo que por algún motivo decidí guardar versus otros tantos (menos) que quedaron, sobrevivientes, en la librería reconvertida en pared de libros.

Me entristece el achicamiento. Me entristece disminuir la oferta. Me entristece haber tenido que hacer la ecuación de "lo que quiero ofrecer" pero ofrecer también "lo que sé que se va a vender", aunque saber lo que se dice saber, ya no sé nada. A mí siempre me gusto tener entre los estantes libros que sé, ahí sí que tengo certeza, que casi nadie va a querer pero que hay UN tipo de lectorx que se va a volver loco cuando lo vea. Por ejemplo: Néstor Sánchez. Por ejemplo: Sergio Chefec. Por ejemplo: Denise Levertov. Por ejemplo: Montalbetti.

Ahora ya casi no puedo darme ese gusto. Ni darle ese gusto a lxs lectorxs más avezados, que han hecho ya un largo camino en la formación del gusto literario y buscan ciertas piezas de oro para sus rompecabezas mentales. Lectorxs a lxs que no les importan las novedades editoriales per sé, ni si las tapas son bellas. En fin, a ellxs les pido disculpas y les digo que no lxs olvidx.

De todas formas, otra cosa en la que pensaba hoy es que creo que a varixs lectorxs de esa clase, un tanto exquisitxs, un tanto desconfiadxs de la moda, no lxs veo desde antes del achique. Del achique de la librería, quiero decir. Porque hubo otro achique que creo que sí tiene que ver con esa desaparición y ese es el achique del presupuesto que una persona puede destinar para la compra de libros. Mis clientxs, esxs pero también casi todxs lxs demás, no se han enriquecido con este gobierno. Docentes, investigadorxs, artistas, jubiladxs. No hace falta que diga más que que lxs extraño, que extraño que el libro no sea un objeto de lujo para el bolsillo común.

Siento que formo parte de un mundo viejo, una resistencia que se está cayendo del mapa, le dije hoy a un colega que trabaja en una librería, más grande y más céntrica, cuando me contó que lo que más vende es autoayuda y libros de dudosa calidad literaria que salen en tiktok. Parte de una resistencia y de una militancia de la literatura, esa "experiencia estética que es un modo radical de libertad"*, de la que sé que muchxs forman parte, aunque ahora no puedan venir a comprar libros.

*tomado de "Una literatura sin atributos" de Juan José Saer, un ensayo pequeño y potente que me hizo conocer mi amiga Sofía de la Vega que se puede leer en muchos lugares, por ejemplo acá

*también se pueden leer online dos ensayos de Sofi que sacuden a preguntas el panorama literario actual acá


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